Vestirnos también es sentir: cómo la ropa influye en nuestras emociones y bienestar
Todas lo hemos sentido alguna vez: ese cambio de actitud instantáneo cuando nos ponemos un outfit que nos encanta. Pero ¿es solo percepción o hay algo más profundo ahí?
¿Alguna vez te has sentido más segura al usar tu blazer favorito? ¿O has notado cómo cambia tu ánimo cuando eliges colores vibrantes en días grises? La relación entre vestuario y estado emocional es mucho más profunda de lo que parece. No se trata solo de estética, sino de cómo lo que vestimos impacta nuestra autoestima, percepción del entorno y capacidad de afrontar el día.
Para comprender mejor este fenómeno, conversamos con María de los Ángeles Garrido (@eme.petite), psicóloga, coach y asesora de imagen, quien nos explicó por qué la ropa puede ser una herramienta de autorregulación emocional y autocuidado.
La ropa como extensión emocional: el impacto del color, la textura y el estilo
Según la especialista, existe una conexión directa entre el vestuario y las emociones. “Hay estudios que indican que usar colores vibrantes o prendas que nos hacen sentir bien puede aumentar nuestros niveles de dopamina”, explica. Esta idea está relacionada con el concepto de “dopamine dressing”, que plantea que ciertos colores, texturas o formas activan neurotransmisores asociados al placer y la seguridad.
Lo que llevamos puesto puede moldear nuestra actitud ante el mundo. “Cuando enfrentamos un día con un look que nos hace sentir lindas, cómodas y seguras, nuestra actitud hacia lo que nos rodea es más positiva. En cambio, cuando nos vestimos con lo primero que encontramos, solemos proyectar esa incomodidad”, añade.
Cuando un outfit comunica más de lo que decimos
Los colores no solo son una elección estética; también tienen un impacto psicológico. El azul profundo, por ejemplo, es ampliamente recomendado para contextos laborales, ya que transmite tranquilidad, confianza y profesionalismo. El amarillo se asocia con creatividad y optimismo, mientras que el rojo puede activar sensaciones de energía y empoderamiento.
Pero no solo los colores comunican: también lo hacen las siluetas y estructuras. Las prendas con cortes definidos, como blazers, camisas o pantalones sastre, se asocian a emociones como control, orden y autoridad. Por otro lado, las prendas oversize u holgadas generan una sensación de protección y refugio, ideales para quienes buscan comodidad emocional o reducir niveles de ansiedad.
“Lo importante es entender que no existen prendas mejores que otras”, recalca Garrido. “Todo depende del estilo personal y del mensaje emocional que queramos proyectar en cada situación”.
Vestirse con intención: una práctica cotidiana de autocuidado
Más allá del estilo, elegir qué ponernos puede ser una forma efectiva de autorregulación emocional. La especialista lo llama “vestirse con intención”, es decir, pensar en cómo queremos sentirnos y qué deseamos comunicar antes de abrir el clóset.
“Cuando te vistes con una prenda que te reconforta o te aporta seguridad —por su color, textura, forma o significado— envías señales al cerebro de que estás bien, protegida o lista para afrontar el día”, señala. Esta elección puede modificar desde nuestra postura corporal hasta la energía con la que nos enfrentamos al entorno.
Incluso en días de ánimo bajo, algo tan simple como un color llamativo o un accesorio que te conecta con alguien querido puede ser suficiente para iniciar un cambio emocional.
En momentos importantes, la ropa también acompaña
Las elecciones de vestuario también cobran especial relevancia en contextos emocionales o simbólicos: entrevistas laborales, rupturas, duelos o celebraciones. En todos estos casos, lo que vestimos no solo nos contiene, sino que también comunica al entorno un mensaje no verbal.
“En una entrevista de trabajo, por ejemplo, queremos proyectar profesionalismo y seguridad. Ahí, prendas como una camisa o un blazer no solo cumplen una función estética, sino también simbólica”, explica Garrido. Lo mismo ocurre en situaciones de pérdida o luto, donde el uso de colores opacos o sin estampados ayuda a sintonizar emocionalmente con el contexto.
Claves para usar la ropa como herramienta de bienestar emocional
María de los Ángeles Garrido entrega algunas recomendaciones para fortalecer la conexión entre vestuario y bienestar emocional:
Vestir con intención: Preguntarte “¿cómo me quiero sentir hoy?” o “¿qué quiero proyectar?” antes de elegir tu outfit ayuda a alinear tus emociones con tu presencia.
Tener anclas emocionales: Contar con una prenda o accesorio que te conecte con una persona especial o un recuerdo positivo puede ser un recurso útil en momentos de ansiedad o inseguridad.
Usar el color a tu favor: Elige colores según el estado de ánimo que necesitas reforzar. El rojo para impulsar tu energía, el azul para mantener la calma, el amarillo para levantar el ánimo.
Privilegiar texturas agradables: Evitar prendas que generen incomodidad física. Texturas suaves como el algodón pueden hacer una gran diferencia en cómo te sientes durante el día.
Revisar tu clóset con regularidad: Al menos una vez al año, pregúntate si tu ropa actual te representa, te da seguridad y se alinea con tu versión actual. Es un ejercicio de autoconocimiento.
Vestirnos no es solo una cuestión estética. Es una decisión diaria que puede reflejar nuestra identidad, reforzar nuestra autoestima y ayudarnos a transitar de mejor forma los desafíos del día a día. Es también una manera de ser coherentes con lo que sentimos y lo que proyectamos.
Como concluye Garrido, “la ropa puede ser una extensión de nuestra identidad, una herramienta de autocuidado y una forma sutil de contención emocional”.