Más que tela: las historias que llevamos puestas
Hay un chaleco que guardo como si fuera de oro. Calipso con brillos, tejido en hilo. No es abrigador ni tampoco ideal para el invierno, pero es probablemente la prenda más importante que tengo en el clóset. Fue de mi bisabuela. Cada vez que lo uso, siento que algo de ella me acompaña. Ese chaleco es una especie de herencia emocional: no se hereda por voluntad, sino por el sentido que tiene para mí.
Con los años he comprendido que algunas prendas se conservan y usan porque son parte de nuestra historia. Funcionan como pequeñas cápsulas de memoria. ¿Te ha pasado? ¿Tienes alguna prenda que lleva un pedazo de ti, momentos, historias o de otras personas?
Y no lo digo solo desde lo sentimental. La psicología ha estudiado este vínculo: hay textiles que actúan como extensiones simbólicas de las personas. Símbolos que nos ayudan a procesar pérdidas, reforzar vínculos o sostener nuestra identidad en momentos de cambio. Vestirse, en ese sentido, no solo es una acción práctica, también puede ser una forma inconsciente de recordar, de sanar o de habitar emocionalmente un espacio o etapa de la vida.
Puntadas que sanan
Pensé mucho en esto hace unos días, cuando fui a la exposición Manto de Reparación, de la artista visual Maite Izquierdo, en Sala Gasco. Ya conocía su trabajo por otras exposiciones, pero estar ahí, en una visita guiada con ella, fue otra cosa. Entré por curiosidad y salí conmovida.
La sala está cubierta por un manto gigante, hecho de retazos de ropa. Pero no cualquier ropa: son prendas con fallas, descartadas por el retail. Y como bien dijo Maite: “Lo que fue descartado se vuelve símbolo. Las costuras, en vez de esconderse, quedan a la vista en la exposición”. Me pareció una hermosa metáfora de la vida.
Nos contó que 170 personas participaron en los talleres comunitarios que dieron vida a esta obra. Personas de distintas comunas que se reunieron a coser. Pero no era solo coser: cada participante debía traer una herida, una culpa, algo que quisiera dejar atrás, y conectarlo con un retazo de tela. Así, puntada a puntada, fueron elaborando un gesto colectivo de reparación.
Reflexiones
Y eso fue lo que más me removió. Porque la ropa también puede ser un espacio donde alojar lo que no sabemos decir con palabras. Donde convertir lo roto en forma, lo descartado en colores, lo íntimo en colectivo, se vuelve magia sanadora.
Les paso el dato de la exposición que les contaba: Manto de Reparación estará abierta hasta el 11 de julio, con entrada gratuita. No es solo una exposición: es una experiencia íntima y colectiva. Hay videos, testimonios y, lo más importante, hay verdad. Maite no disfraza el proceso, lo muestra tal cual es.
Y mientras recorría la muestra me preguntaba constantemente: ¿Y si lo colectivo puede ayudarnos a reparar lo que solas no supimos remendar?
¿Y si lo colectivo puede ayudarnos a reparar lo que solas no supimos remendar?
Filósofos como Walter Benjamin han hablado de los “restos” como una forma de resistencia. Lo que se conserva, lo que se rescata del olvido, no es menor: es una elección política, afectiva y simbólica. Guardar una prenda con historia no es solo un acto nostálgico, es un modo de narrarnos distinto.
Ahora bien, no se trata de guardar todo. No es una invitación al apego desbordado. Hay ropa que cumple su ciclo y hay que dejarla ir, pero también hay prendas que nos interpelan, nos dicen algo, y vale la pena (y alegrías) volver a usar para que sigan contando historias en nuestra piel.
¿Qué prendas te representan? ¿Cuáles ya no dicen nada? ¿Qué historias están ahí esperando ser reconocidas? Te invito a hacer el ejercicio.
Hay ropa que nos acompañó en duelos; chaquetas que usaste, tal vez, el día que te sentiste invencible. También están las prendas incómodas, que ya no van contigo, que representan una versión tuya que ya no eres. Todo eso está bien. Lo simbólico y lo práctico pueden ir juntos.
Al final, no es tan distinto a la vida. Algunas costuras se deshacen, otras resisten. Lo importante es seguir hilando con intención y propósito.
Mientras escribo esto, recuerdo un fragmento del poema Estoy hecha de retazos, de Cris Pizzimenti:
“Que yo también pueda dejar pedacitos de mí por los caminos, y que puedan ser parte de sus historias. Y que así, de retazo en retazo, podamos convertirnos, un día, en un inmenso bordado de nosotros.”
Tal vez eso somos, ¿verdad? Historias envueltas en tela, intentando sostenernos con costuras muchas veces invisibles, o que pocos ven.
¡Un abrazo, alma revividora y hecha de retazos coloridos!