El sujetador expuesto: la tendencia que está conquistando las alfombras rojas
La lencería dejó de ser un secreto: hoy se muestra, se integra y se convierte en parte del look. Una tendencia que mezcla sensualidad, elegancia y actitud, transformando la forma en que entendemos cómo vestir.
La clave es el balance. Cuando la lencería asume el rol protagónico, todo lo que la rodea debe trabajar a su favor. Siluetas limpias, telas sobrias y una paleta que no compita por atención. Esta fórmula, que ha dominado tanto las pasarelas como las alfombras rojas en los últimos años, responde a una nueva forma de sensualidad, una más consciente, más estilizada y lejos de los excesos.
En este estilo, mostrar la ropa interior no es sinónimo de estridencia, sino de intención. Los diseñadores han convertido el sujetador, o una estructura que lo recuerda, en un recurso estético que juega con el contraste entre lo íntimo y lo público.
Ya sea a través de transparencias estratégicas, cortes que revelan apenas un borde o vestidos que dejan ver la lencería como parte del diseño, la idea es la misma, integrar lo sensual al atuendo sin perder elegancia.
Aunque hoy domina alfombras rojas y pasarelas, el sujetador expuesto no nació en esta década. Sus primeras apariciones contemporáneas se remontan a los años 90 y principios de los 2000, cuando firmas como Jean Paul Gaultier, Dolce & Gabbana y Versace comenzaron a jugar con la lencería visible como gesto de provocación y poder femenino.
Más tarde, diseñadores como Alexander Wang, Helmut Lang y Saint Laurent retomaron la idea en clave minimalista, incorporándola como parte de un estilo urbano y sofisticado. Desde entonces, la tendencia ha evolucionado desde un guiño rebelde en la moda de pasarela, pasó a ser un recurso estilístico que redefine el sensualismo moderno.
Lo que hace que este look funcione es justamente la “sensualidad controlada”. Se busca un equilibrio que permita a la prenda decir algo sin que el conjunto pierda sofisticación. Por eso los estilistas suelen apostar por accesorios mínimos, maquillaje natural y peinados relajados. Todo está pensado para que el foco permanezca en la pieza revelada sin volverse un exceso visual.
El resultado final es una estética que mezcla elegancia con un toque de rebeldía, una declaración de estilo que reconoce la fuerza de la lencería como parte del outfit y no como un elemento escondido.