¿MODA o incoMODA?
Me parece muy del destino que la palabra "incómoda" contenga la palabra "moda". ¿Por qué, te preguntarás? Y es que la conversación sobre si la moda debe incomodar o no (en muchos ámbitos) es más vieja que el hilo negro.
A raíz de la Semana de la Moda couture, donde algunas de las casas más importantes del mundo presentan sus colecciones de alta costura más conceptuales y teatrales, siempre aparece alguna noticia que nos hace cuestionarnos si esas prendas realmente tienen una razón de ser más allá del arte y el lujo.
Una vez más, mientras escribo, intento entender cuál es mi postura al respecto. Una de mis marcas favoritas en los últimos años ha sido Schiaparelli bajo la dirección creativa de Daniel Roseberry. Y no solo porque en su último desfile dio que hablar gracias a una Karol G que apenas pudo subir las escaleras con la estructura de su vestido —que, por supuesto, parecía sacado de un cuento—, sino porque muchas de las siluetas que diseña ni siquiera permiten sentarse con comodidad.
Y la verdad es que la moda es arte, y por eso mismo, el cielo es el límite.
Moda que incomoda
Si no existieran estas producciones que nos hacen hablar, cuestionarnos e incluso pensar en lo ridículas que pueden parecer algunas prendas o accesorios, no sé si existiría un desarrollo tan constante de la creatividad y la reinvención.
Si bien nunca comulgué con Demna como director creativo de Balenciaga —por el historia tan espectacular que tiene la marca—, siento que logró poner sobre la mesa un nombre que estaba un poco muerto y necesitaba ser revivido.
Y aunque soy una mujer que odia las prendas strapless por lo incómodas que nos hacen ver cuándo las usamos, me declaro absolutamente fan de que existan creaciones que no busquen el calce perfecto. Porque si no, ¿dónde quedarían todas esas prendas llenas de tela extra y vuelos que tengo en mi clóset? Si bien la mayoría son cómodas, no creo que hubiesen sido concebidas si no hubieran existido antes piezas exuberantes de las cuales nacieron detalles como las tachas, los envolventes larguísimos —que aunque me hacen sentir una reina cuando los uso, siempre me dan un poco de miedo porque podría pisarlos y terminar en el suelo—, y toda una seguidilla de accesorios como los clutch, en los que con suerte cabe un labial, pero que son el complemento perfecto cuando una quiere verse más elegante. Ni hablar de esos aros enormes y collares que hacen que te pese más la cabeza, pero que seguimos consumiendo porque, de alguna forma, nos hacen sentir especiales e deslumbrantes.
Y tema aparte son los tacos: tan odiados como amados. Aunque no son lo mío ni me parecen necesarios para el día a día, hay zapatos que simplemente están hechos para brillar solo en ese formato.
Reflexiones
Finalmente, quizás no comulgo del todo con la idea de sufrir por un outfit, pero sí respeto profundamente el espectáculo, el riesgo, y la fantasía detrás de esas prendas que incomodan. Porque a veces, ese momentáneo sacrificio es justo lo que hace que la moda siga siendo capaz de emocionarnos, de desafiarnos, y de recordarnos que vestirnos es una de las maneras más lindas de comunicar algo.
Y para resumir lo que pienso, por supuesto que Miranda Priesley ya se lo dijo a Andy mejor de lo que podría hacerlo: